En la Historia de
México del político e historiador Lucas Alamán destaca la figura de José
María Morelos, uno de los padres de la independencia.
Fragmento de Historia
de México.
De Lucas Alamán.
Tomo IV; Libro VII,
Cap. I.
Morelos, entretanto, había sido conducido á
Tepecoacuilco. A la salida de Tenango fueron fusilados, por orden de Concha,
los veintisiete prisioneros que se habían cogido en la acción, haciendo que los
dos presos, Morelos y Morales, presenciasen la ejecución: al primero se le
echaron grillos en Huitzuco, y más adelante también á Morales. La gente de los
pueblos del tránsito, en las inmediaciones del camino, acudía en tropel á
conocer al hombre que por tanto tiempo había fijado la atención de todo el
reino. En Tepecoacuilco, en virtud de las órdenes del virrey recibidas allí, se
separaron las dos divisiones, marchando Villasana á Tixtla y continuando Concha
con los presos a México. El 21 de Noviembre, á las cuatro de la tarde, llegó
éste al pueblo de San Agustín de las Cuevas (Tlalpan), distante cuatro leguas
de la capital, en el que se agolpó multitud de personas, deseosas de ver á
aquel hombre extraordinario, siendo grande toda aquella tarde el concurso en la
calzada que conduce á la ciudad, de gente en coches, á caballo y á pie, atraída
por la misma curiosidad. El virrey no creyó deber presentar al preso en
espectáculo en una entrada pública, y en la madrugada de 22 lo hizo conducir
con una escolta en un coche, á las cárceles secretas de la Inquisición.
Estaban nombrados de antemano los jueces
comisionados por la jurisdicción unida, que lo fueron, por la real, el oidor
subdecano y auditor de la capitanía general, D. Miguel Bataller; y por la
eclesiástica el provisor del arzobispado Dr. D. Félix Flores Alatorre, y
habiendo mandado el virrey que el proceso se concluyese dentro de tres días,
las actuaciones comenzaron el mismo día 22, á las once de la mañana, quedando
en la tarde terminada la confesión con cargos: en seguida se hizo saber al reo
que podía nombrar al defensor que le pareciese, y habiendo contestado que no
conocía á nadie en México, lo dejaba á la justificación y prudencia del señor
provisor; éste nombró al Lic. D. José María Quiles, abogado joven, que apenas
era conocido en el foro, y estaba todavía en el Seminario donde hizo su
carrera, al cual se previno por los jueces comisionados, presentase la defensa
en la mañana del 23, entregándose la causa, y que para formarla, no sólo se le
franquease ésta, sino que también se le permitiese comunicar con el reo, y
tomar de él las instrucciones que necesitase. Morelos, lejos de intentar
atribuir á otros la parte que había tenido en la revolución descargando sobre
ellos todo lo que podía haber de más odioso en sus procedimientos, como lo
habían hecho Hidalgo, Allende y sus compañeros, contestó con dignidad y firmeza
á todos los cargos que se le hicieron, de los cuales sólo indicaremos los
principales. Acusado de haber cometido el crimen de traición, faltando á la
fidelidad al rey, promoviendo la independencia y haciendo que ésta se declarase
por el Congreso reunido en Chilpancingo, respondió: «que no habiendo rey en
España cuando se decidió por la independencia de estas provincias y trabajó
cuanto pudo para establecerla, no había contra quien se pudiese cometer este
delito, y que hallándose después comprometido en la revolución, concurrió con
su voto á la declaración que se hizo en el congreso de Chilpancingo, de que
nunca debía reconocerse al Sr. D. Fernando VII, ya porque no era de esperar que
volviese, ó porque si volvía había de ser contaminado; pero que antes de
votarlo consultó con las personas más instruidas que seguían aquel partido, y
le dijeron que era justo por varias razones, de las cuales era una, la culpa
que se consideraba en S. M. por haberse puesto en manos de Napoleón y
entregándole la España como un rebaño de ovejas, y que aunque tuvo conocimiento
de su regreso de Francia, nunca le dió crédito ó juzgó que habría vuelto
napoleónico», en lo que quería decir sujeto al influjo de Napoleón y corrompido
en sus creencia religiosa. Al cargo que se le hizo por la muerte del teniente
general Saravia y demás jefes fusilados en Oaxaca, ejecución de varios
individuos en Orizaba y asesinato de los prisioneros españoles en el Sur,
contestó:«que él era quien había mandado todas estas ejecuciones, en
cumplimiento de las órdenes expedidas por la junta de Zitácuaro en cuanto á los
dos primeros casos, y por acuerdo del congreso de Chilpancingo en el último, y
que en este no eran asesinatos sino represalias, por no haber admitido el
gobierno el cago que se le propuso de aquellos prisioneros por Matamoros.
Tampoco negó haber dado su voto en el gobierno, como individuo del poder
ejecutivo, para que se incendiasen como se había hecho en Tenango, los pueblos
y haciendas inmediatas á las poblaciones que estaban por el gobierno, y aunque
se reconoció culpable por haberle desatendido los requerimientos y
amonestaciones del arzobispo Lizana y demás obispos en cuya diócesis había
estado, dijo: «que en cuanto á la carta que le escribió el Sr. Campillo, no
hizo aprecio de ella por las razones que expuso en su respuesta, y que por lo
relativo á las excomunicones que fulminaron contra los insurgentes los obispos
y la Inquisición, no las consideró válidas, porque creyó que no podían
imponerse á una nación independiente, como debían considerarse los que formaban
el partido de la insurrección, si no es por el Papa ó por un concilio general»,
y en cuanto al edicto del obispo Abad y Queipo de 22 de Julio de 1814, por el
cual lo declaró en especial hereje excomulgado y depuesto del curato de
Carácuaro, «contestó que nunca lo había reputado como obispo y, por consiguiente,
no se creyó obligado á obedecerlo». Por último, el cargo que se le hizo por las
muertes, destrucción de fortunas, ruina de familias y desolación del país,
dijo:«que estos eran los efectos necesarios de todas las revoluciones, pero que
cuando entró en ella, no creyó que se causasen, y que, desengañado de que no
era posible conseguir la independencia, asi por la diversidad de dictámenes,
que no permitía tomar providencias acertadas, como por la falta de recursos y
de tino, había pensado pasarse á la Nueva Orleans, á Caracas, ó si se le
proporcionaba, á la antigua España, para presentarse al rey, si es que había
sido restituido, á pedirle perdón, aprovechando para ello la coyuntura de
trasladarse el congreso á las provincias de Puebla y Veracruz, cuyo pensamiento
manifestó á sus dos compañeros en el gobierno». Los demás cargos fueron
contraídos a preguntas de si en el tiempo que había permanecido en la
revolución había celebrado misa, el que satisfizo, diciendo: «que se había
abstenido de hacerlo, considerándose irregular desde que en el territorio de su
mando comenzó á haber derramamiento de sangre: «sobre el pectoral del obispo de
Puebla, acerca del cual se le preguntó si lo había tomado considerándolo como
cosa necesaria, porque había dicho, como era la verdad, que de los bienes
saqueados ó confiscados sólo tomaba lo que era preciso para su subsistencia,
respondió:«que se lo había regalado el P. Sánchez, que lo habían cogido en el
convoy de que se apoderaron los insurgentes en Nopalucan, que no sabía ser del
obispo y que lo había conservado porque no había encontrado quien se lo
comprase».
Fuente: Nervo, Amado. Lecturas literarias.
París: Librería de la Vda. de C. Bouret, 1918.