Vivía al
final de la calle, en una casa bien cuidada y bastante limpia; siempre se le
veía barriendo, limpiando o fregando;
eso sí, era muy famosa por meterse en asuntos ajenos; si
querías saber un chisme, bastaba con visitar a la mujer del final de la calle.
Conocía
todos los secretos del pueblo y, los que no los inventaba; de su lengua y
dichos dependía la honra y la decencia de las mujeres honestas y deshonestas
del lugar.
Las mujeres
chismosas la frecuentaban para
alimentarla de chismes, procuraban pasar cuando barría el patio y saludándose
hipócritamente empezaban a verter tantas calumnias que nadie se salvaba, en
especial las castas y decentes a quienes llamaban “moscas muertas”, ofrecidas y demás
calificativos que los chismosos suelen poner a las personas sin motivo alguno.
Se sabía de
matrimonios separados por causa de Martha, que tal era el nombre de la mujer; incluso se
sospechaba que por causa suya, Epigmenio hirió gravemente a su mujer. Lo cierto
es que la mujer disfrutaba enormemente decir cosas de los demás, era una
sensación que la colmaba de satisfacción, sobretodo, si la calumniada era joven
y modosita.
Resulta que
una bella joven, al cumplir los dieciséis, se puso tan hermosa y radiante, que
la chismosa del pueblo no lo soportó; le agarró tal encono que empezó a señalarla y calumniarla: ¡creída, ni que
estuviera tan bonita para darse tanta ínfula, se me hace que ya no es señorita,
esas son las peorcitas! Y todo cuanto su lengua, e infamia le permitierá, que ya de por sí era
mucha.
Decidida a
destruirla y, con la experiencia ganada en toda una vida de hablar mal de
amigos y vecinos, le inventó una desgraciada historia.
En el
mercado, la iglesia, en la escuela, en las calles, empezó a destruir el buen
nombre de la bonita muchacha; quien dueña de una belleza indiscutible, tenía un
espíritu frágil. Ella se dio cuenta que
la gente murmuraba a sus espaldas en la calle, que sus amigas dejaban de
hablarle y ya no la invitaban a sus casas; que en la escuela la señalaban y en
la iglesia se apartaban de ella. Su madre lloraba y sus familiares la veían con
tristeza.
Pronto supo
que la despreciaban porque vendía su cuerpo a los viejos del pueblo, algunos de
ellos horribles y sin dignidad de hombre, aseguraron haberla tenido entre sus
brazos; aun cuando la jovencita era virgen y nunca, nunca siquiera, había
recibido un beso en la boca.
Muy
temprano la encontraron colgada, se
suicidó al no soportar la maldad de la gente.
Martha la
mujer chismosa del pueblo cayó enferma, como si Dios la castigara por su
maldad; la lengua le creció y engordó en la boca, de tal manera que no la
dejaba hablar. A los siete días, la lengua era tan horrorosa y grande que colgaba monstruosa hasta la barbilla y
siguió creciendo, espantando a quienes la veían; al verla las mujeres se
santiguaban y decían: La castigo Dios por chismosa.
En cosa de
un mes, la lengua de Martha se arrastraba por el pecho, las moscas la
castigaban y en sus ojos se veía la gran
desesperación y el sufrimiento que padecía.
Martha vivió
varios años, sufriendo su enorme lengua y sin volver jamás a decir palabra
alguna.
¿Ustedes
creen, que Martha la chismosa merecía lo que le pasó? ¿Usted que opina?